El Zorro y la Vizcacha

Capítulo 1: El zorro y la vizcacha.

Antonio era un zorro astuto y hambriento que vivía en el bosque. Un día, mientras buscaba algo de comer, vio a una vizcacha gordita y juguetona que se llamaba Anastasia. Antonio se le acercó con una sonrisa falsa y le dijo:

– Hola, amiga vizcacha. ¿Qué tal si jugamos un rato? Te propongo un juego muy divertido: yo me escondo y tú me buscas. Si me encuentras, te doy un premio.

Anastasia era muy inocente y confiada, y aceptó el juego sin sospechar nada. Antonio se escondió detrás de un árbol y esperó a que Anastasia se acercara. Pero lo que no sabía el zorro era que Anastasia tenía un buen olfato y podía detectar su presencia. Así que cuando la vizcacha llegó al árbol, le dio un mordisco en la cola al zorro y salió corriendo.

– ¡Ay! ¡Qué dolor! – gritó Antonio – ¡Esa vizcacha me ha engañado! Tengo que pensar en otra forma de atraparla.

Capítulo 2: El zorro y el pozo.

Al día siguiente, Antonio volvió a ver a Anastasia cerca de un pozo. El zorro tuvo una idea malvada: se hizo el muerto al lado del pozo y esperó a que la vizcacha se acercara por curiosidad. Pero lo que no sabía el zorro era que Anastasia tenía buena vista y podía ver su respiración. Así que cuando la vizcacha llegó al pozo, le dio una patada al zorro y lo empujó al agua.

– ¡Alayaw! ¡Qué frío! – gritó Antonio – ¡Esa vizcacha me ha vuelto a engañar! Tengo que pensar en otra forma de atraparla.

Capítulo 3: El zorro y la miel.

Al otro día, Antonio vio a Anastasia cerca de una colmena. El zorro tuvo otra idea malvada: cogió un tarro de miel y lo untó en su hocico. Luego se acercó a la vizcacha con una sonrisa dulce y le dijo:

– Hola, amiga vizcacha. ¿Qué tal si compartimos este delicioso manjar? Te invito a probar esta miel tan rica que he encontrado. Solo tienes que lamer mi hocico.

Anastasia era muy golosa y se tentó con la miel. Pero lo que no sabía el zorro era que Anastasia tenía buen oído y podía escuchar el zumbido de las abejas. Así que cuando la vizcacha se acercó al hocico del zorro, le dio un soplido y lo llenó de abejas.

– ¡Auch! ¡Qué picor! – gritó Antonio – ¡Esa vizcacha me ha engañado otra vez! Tengo que pensar en otra forma de atraparla.

Capítulo 4: El zorro y la trampa.

Al cuarto día, Antonio estaba desesperado por comerse a Anastasia. El zorro tuvo la última idea malvada: cavó un hoyo en el suelo y lo cubrió con hojas secas. Luego puso un trozo de queso encima de las hojas y esperó a que la vizcacha cayera en la trampa. Pero lo que no sabía el zorro era que Anastasia tenía buen gusto y podía oler el queso rancio. Así que cuando la vizcacha vio el queso, se dio cuenta de que era una trampa y decidió darle una lección al zorro. Se acercó al hoyo con cuidado y le dijo al queso:

– Hola, amigo queso. ¿Qué haces aquí tan solo? ¿No te gustaría tener compañía?

El queso no respondió, porque era solo un queso. Pero el zorro, que estaba escondido debajo de las hojas, pensó que era Anastasia y se emocionó. Se dijo a sí mismo:

– ¡Por fin! ¡Esta vez la tengo! Voy a saltar y a comerme a esa vizcacha tan sabrosa.

Y sin pensarlo dos veces, el zorro saltó fuera del hoyo con la boca abierta. Pero en vez de encontrarse con Anastasia, se encontró con el queso. El queso se le pegó al hocico y le tapó los ojos y la nariz. El zorro no podía ver ni respirar y empezó a asfixiarse. Mientras tanto, Anastasia aprovechó la confusión y empujó al zorro al hoyo. Luego le dijo:

– Adiós, amigo zorro. Te has caído en tu propia trampa. Has aprendido que la astucia no sirve de nada si no tienes bondad.

Y así fue como Anastasia se libró para siempre del zorro Antonio, que nunca más volvió a molestarla.

“El Zorro y la Vizcacha” Moraleja del cuento.

La moraleja de la fábula es que no hay que ser malo ni engañar a los demás, porque al final se puede recibir el mismo daño que se intenta hacer. También se puede interpretar que hay que ser prudente y no dejarse engañar por las apariencias o las falsas promesas.


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